Por lo general los padres damos órdenes, indicaciones, sugerencias, enseñanzas, calificamos de buena o mala una conducta para que el chico aprenda y demostramos todo nuestro amor a través de mimos, besos y abrazos.
No siempre acostumbramos a hacer hincapié en la conducta realizada para evaluarla y mejorar su performance futura. Así, incluir en nuestras conversaciones, comentarios de este tipo suele ayudar mucho a la reflexión:
¿Qué te parece que falló para que el programa no saliera bien?
¿Qué se te ocurre cambiar en el futuro?
¿Cómo te sentiste con el resultado?
¿Cómo te parece se sintieron los demás?
¿Si volvieras a empezar, qué cambios harías?
Acostumbrar a los chicos a asumir una actitud evaluativa de las propias acciones contribuye a que se acostumbren al excelente ejercicio de la auto reflexión y a comprender que siempre las acciones son capaces de mejoras y que ello no disminuye nuestra valía.
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