Esos días en que no podés creer cómo te hablan los chicos, el mal humor que tienen y el modo que usan, acordate que los padres funcionamos como "frontón" y "pared".
¿Qué quiero decir con esto?
Que a veces los padres les servimos a los hijos como frontón para "tirar" sus problemas, para ensayar conductas y como desahogo... porque no existe nadie más incondicional que los propios padres.
Muchas, pero muchas otras veces, les servimos como paredes firmes que los sostienen en los momentos difíciles, en sus inseguridades, en sus necesidades de tomar distancia para después volver a probar.
Ser el frontón a veces nos duele y mucho, ser la pared reconforta, es un mimo al alma.
Ambos le dan sentido a nuestra existencia como padres.
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