Los hábitos colaboran con la organización del día y una vez que los automatizamos las conductas asociadas a ellos no requieren gasto mental, es decir que no hay que pensar en ellas para realizar la acción involucrada. Liberamos esa energía para ser usada en otras actividades.
Por esta razón es importante ayudar a nuestros hijos a que los construyan desde chiquitos teniendo presente sus propias posibilidades.
El primer paso es enseñarles: cuándo y cómo se lavan las manos por ejemplo, cómo y dónde se cuelga el traje de baño enjuagado y cuando estamos en épocas de clases dónde y en qué horario se hace la tarea, cómo se ordena una mochila o una cartuchera son algunos de los muchos hábitos que podemos enseñar en la niñez.
Una vez que el chico aprendió lo que esperamos de él, lo repetimos un par de veces o hacemos un dibujo explicativo y lo ponemos en lugar visible para que pueda seguir la secuencia.
Luego, dejamos de repetir y preguntamos: "¿qué hacemos antes de dormir?", "qué hacemos con el traje de baño usado?". El chico evoca la conducta sin nuestra indicación.
Finalmente una seña debería ser suficiente para que recuerden la conducta a seguir.
Esto, que es fácil decirlo, lleva tiempo y rezongos antes de ser incorporados.
Los hábitos contribuyen enormemente al desarrollo de la habilidad de organización y de la autonomía personal, de la responsabilidad de hacerse cargo de las tareas propias sin necesitar depender de las indicaciones constantes de los demás.
Paciencia y consistencia ayudan con el tiempo a lograrlo.
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