¿Cuánto hubiéramos dado en nuestra adolescencia por poder comunicarnos con nuestro grupo al instante y con nuestra mejor amiga cuando más lo necesitamos? En ese momento en que resulta imperioso transmitir que nos salió un nuevo granito y escuchar el impacto que produce… ¿qué hubiésemos dado?
El celu viene a cubrir muchas necesidades adolescentes y por eso la imperiosa necesidad de aferrarse a él: pertenecer al grupo, chequear la adhesión de sus miembros, desahogarse emocionalmente, validar emociones y también poder acudir a mamá y papá para pedir auxilio en el momento en que se los necesita.
El celu es el gran cordón umbilical invisible que los une a la tribu y les da pertenencia cuando emprenden el despegue lógico de sus padres para convertirse en personas independientes.
¿Quién se resistiría a soltar ese aparatito que brinda semejantes ventajas a las necesidades de la etapa?
Sin embargo a veces el sobre uso que hacen los chicos de él, preocupa.
¿Cuándo intervenir?
Cuando sistemáticamente se dejan de lado otras responsabilidades y obligaciones: estudio, higiene personal, horas de sueño.
Cuando observamos una conexión indebida con desconocidos
Cuando se usa para burlarse sistemáticamente de amigos o hacer bullying
En cualquier otro caso que nuestro hijo peligre.
¿Cómo intervenir?
Explicando con paciencia y dando tiempo para que haga modificaciones
Limitando su uso, si fuera muy necesario, acordando tiempos y horarios.
Los adolescentes de hoy son la primera generación que ha crecido con tanta disponibilidad del celu, el tiempo dirá ventajas y desventajas de su uso y abuso.
Mientras tanto, en la medida de lo posible, demoremos su entrega para que los chicos tengan la posibilidad de aprender habilidades sociales que solo se adquieren en el contacto cara a cara.
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