
No podemos estar renegando todo el día, nos hace mal y les hace mal a los chicos por varios motivos:
Pasa a ser el modo recurrente de dirigirnos a ellos que produce
Desatención y acostumbramiento al estímulo (en criollo, "que le entre por un oído y le salga por el otro”). Si no balanceamos adecuadamente con comentarios positivos sobre su persona, nuestros comentarios se convierten
En un recordatorio y reflejo constante de sus propias debilidades.
Nada de lo anterior enseña ni modifica nada.
Elijamos las batallas: si se diera el caso que tu hijo fuese desordenado, aboquemonos, por ejemplo, al orden de carpetas y cartuchera con un plan, con una estrategia para resolver ese problema, un desorden por vez.
No vayamos además, por la toalla mojada en el suelo, el calzón en el pasillo y la muñeca en el lavadero. Ya habrá tiempo para ello. En el mientras tanto solo decimos: "la toalla se cuelga", "el calzón va en el canasto de la ropa sucia", "la muñeca en su estante".
En vez de renegar y hablar al éter, encaremos las distintas dificultades como soluciones de problemas, en equipo, con el chico: con plan, estrategia, control, seguimiento, constancia y si es necesario una recompensa al final por el logro de haber resuelto un problema, para ésta o cualquier otra conducta que quisiéramos ayudarlo a modificar. Siempre en equipo.
No es fácil, no se logra de un día para el otro. Hay que ponerle garra.
La mayor dificultad: el abandono por parte nuestra del sostén necesario para hacer del nuevo hábito una constante.
Y con los más chiquitos... si de orden se tratase, enseñemoslo desde el vamos, lo va a necesitar hasta para organizar sus ideas cuando sea grande.
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