Si pensás que para que un chico aprenda es necesario castigarlo -que le duela- y solo asi aprenderá, entonces recurrirás a penitencias, chirlos y posiblemente a gritos fuertes también. Y como el chico frena la inconducta, suponés que aprendió. Nada más lejos; la próxima tendrás que redoblar la apuesta para lograr tu cometido.
Si, en cambio, pensás que disciplinar es enseñar, tomarás las inconductas como oportunidades de aprendizaje: hablarás, explicarás, ayudarás a reflexionar y a sacar conclusiones. Si es necesario recurrirás a las consecuencias naturales: no usa los crayones si no sabe controlarse, no te acompaña si no sigue tus reglas.
Las investigaciones muestran que la disciplina encarada como enseñanza da mejores resultados en los chicos para modificar la conducta indeseada.
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